Despidiéndose de mi amor

Capítulo 255



Capitulo 0255 

Julio se quedó en la puerta, observando detenidamente a la persona tan familiar en el interior.. Aunque solo habían pasado unas dos semanas sin verla, sentía como si hubiera pasado toda una eternidad. 

Los guardaespaldas se retiraron de inmediato, quedándose afuera. 

Julio entró y la presión en el cuarto pareció bajar al instante. 

-Pensé que ya lo había dejado todo muy en claro -dijo Silvia primero. 

Julio se acercó a ella. A contraluz, no se podía ver la drástica expresión en su rostro. No dijo nada en lo absoluto, solo la miraba profundamente, sin apartar la vista ni un instante. 

Silvia, incómoda con esa mirada, retrocedió un paso. 

-El dinero, el abogado Jiménez ya te lo dio, ¿verdad? Lo nuestro ya terminó. 

Julio continuó en completo silencio, sus profundos ojos solo reflejaban su imagen. Levantó la mano lentamente, pero antes de tocar el hombro de Silvia, ella retrocedió varios pasos rápidamente para evitarlo. 

Silvia respiró muy hondo: 

-¿Qué es lo que realmente quieres? 

La mano levantada de Julio quedó suspendida por un momento en el ‘aire, sus labios finos se abrieron lentamente y le dijo, palabra por palabra: 

-Quiero que regreses a casa conmigo. 

-¿A casa? 

Silvia soltó una risa sarcástica. 

-¿A la villa Oasis? Esa nunca fue mi hogar. 

Julio le había dicho esas mismas palabras anteriormente, y ahora ella se las devolvía con creces. Julio nunca había imaginado que Silvia podría herirlo. Aunque solo eran unas cuantas palabras, estas le resultaban extremadamente dolorosas. 

-¡Aún no nos hemos divorciado! 

-¡Pero nuestro matrimonio solo existe en el papel! -respondió Silvia de inmediato. 

Julio sintió como si una gran piedra le oprimiera con fuerza el pecho. Ya no pudo controlarse, agarró con firmeza los hombros de Silvia y la miró con total intensidad: 

-¿Qué quieres decir con que solo existe en el papel? ¡El mes pasado, todavía ostal Original content from NôvelDrama.Org.

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cama! ¿Quieres que te repita nuevamente cómo gemías? 

¡Pum

Silvia levantó la mano y le dio una fuerte bofetada en la cara. Con el rostro enrojecido por la ira, ella replicó muy desafiante: 

-El Señor Ferrer es, después de todo, el presidente de una prestigiosa corporación, ¿no entiende lo que significa una aventura casual? ¿Y qué significa terminar bien una relación? 

¿Una aventura casual…? 

¿Cada vez que Silvia lo seducía, era solo una aventura casual? 

La mejilla de Julio ardía con intensidad de dolor, pero lo que más le dolía era el corazón. Nunca había experimentado esta sensación, una fuerte mezcla de traición y abandono… 

Con la garganta apretada, él bajó su tono de inmediato: 

—¿Todavía estás enfadada por lo que pasó en el pasado? No amo a Natalia, solo me preocupaba por ella solo 

porque creía 

que ella salvó a mi madre. Yo… te prometo que esto no volverá a pasar

Nunca había sido tan humilde. 

Pero los ojos de Silvia permanecían fríos e imperturbables, sin ninguna señal de conmoverse. 

Algunas heridas pueden sanar con el tiempo, pero otras nunca se curan. 

Ella recordaba con claridad los innumerables momentos de abuso silencioso por parte de Julio, las incontables veces que había amado sin ser correspondida. Ese fuerte sentimiento de desamor la había aplastado por completo tanto que ya no se atrevía a confiar en ningún hombre, ni en el amor. 

-No lo necesito. Ahora solo quiero que te vayas -respondió con rabia Silvia. 

La mano de Julio se apretó involuntariamente, agarrando los hombros de ella con fuerza, con los ojos enrojecidos: 

-¡Si quieres que me vaya! ¡Solo será cuando me muera! 

Se acercó poco a poco a Silvia,, intentando consolarla con delicadeza, queriendo disculparse, pero no sabía realmente cómo empezar. Ni siquiera se atrevía a decirle enamorándose de ella. 

que 

creía estar 

Julio inclinó la cabeza, tratando en ese momento de besarla. 

-Suéltame. 

Silvia luchaba por escapar. 

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Afuera, el ruido se intensificó, y en ese instante alguien entró corriendo y le lanzó un fuerte puñetazo a Julio. 

Julio, desprevenido, recibió el golpe en la boca y comenzó a sangrar. Miró al recién llegado: Luis, que había perdido toda su compostura habitual de caballero, le devolvió enfurecido el golpe. 

Muy pronto, los dos hombres se enzarzaron en una feroz pelea. 


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